Las inteligencias intrapersonal e interpersonal – la base de toda interacción
Howard Gardner acuñó estos términos en su libro Teoría de las inteligencias múltiples. Por una parte, la inteligencia intrapersonal se relaciona concretamente con las capacidades de autoconciencia, autorregulación y motivación del humano (Rodríguez, 2022). De acuerdo con las características que posee cada capacidad, podemos concluir que son un eje regulatorio de la comunicación con nosotros mismos, puesto que la autoconciencia es profundizar en nuestros sentimientos, emociones y reacciones para entender cómo estas nos afectan. Así, la autorregulación nos permite actuar sobre la base del conocimiento de nuestras emociones comprendidas en primera instancia gracias a la autoconciencia y la motivación es consecuencia de una comprensión entregada por las primeras dos capacidades.
Por su parte, la inteligencia interpersonal es la capacidad de relacionarse con otras personas, ya sea para establecer contacto social o profesional […], y permite que seamos capaces de reconocer y distinguir los sentimientos, emociones e intenciones de las demás personas (Rodríguez, 2022). La comunicación con quienes nos rodean depende casi exclusivamente de esta inteligencia. Una forma de ponerla en perspectiva y demostrar que su desarrollo depende en gran parte de la inteligencia explicada en el primer párrafo es extrapolarla a la célebre frase de Descartes: “Pienso, luego soy”. Esta sentencia es una verdad evidente y el primer principio del conocimiento (Ortiz, s.f.). Si consideramos que el conocimiento es la base de todo desarrollo, el éxito de nuestras interacciones comunicativas dependerá casi en su totalidad del autoconocimiento, pues, como sugiere la frase, todo comienza dentro de nosotros, y ese conocimiento cimenta la base y la calidad de nuestra interacción con lo que está fuera de nosotros.
Pienso, luego soy
Cabe mencionar que las tres capacidades con que se relaciona la inteligencia intrapersonal son la base teórica con que enfrentamos la práctica, es decir, la comunicación con nuestro entorno. Una vez que comprendemos el funcionamiento de esta base y su eje regulatorio, podemos adentrarnos en el desarrollo de las herramientas que nos permiten lograr relaciones estables sobre una base de entendimiento rico y complejo.
La herramienta más grande para el desarrollo de nuestra capacidad comunicativa es la imposibilidad de no comunicar. Toda conducta tiene un valor de mensaje, es decir, es comunicación, se deduce que por mucho que uno lo intente, no puede dejar de comunicar (Watzlawick, 2011). Asimilar esta realidad nos entrega una perspectiva provechosa, pues se trata de una herramienta permanente en sí misma, siempre presente y que depende de nosotros explotarla de manera consciente, reconociendo su potencial.
En este contexto, podemos introducir el concepto de lenguaje y abordar su implicancia en la ciencia comunicativa. Una definición oportuna para la ocasión es la de Ferdinand de Saussure, quien declaró: el lenguaje es la capacidad humana que se conforma de signos y permite expresar ideas, pensamientos y sentimientos. La clave en su definición es la palabra signos, que en la lingüística de Saussure tiene dos componentes: el significado, representación mental o idea asociada al signo; y significante, forma material del signo, sonido, imagen u otro.
El desarrollo y comprensión del signo es lo que enriquece y desarrolla en parte nuestro lenguaje verbal y no verbal. Nuevamente, el autoconocimiento es el motor primigenio de nuestra existencia y lo expresamos mediante el lenguaje, de él se desprenden todas las demás cosas que son, remitiendo a Descartes, consecuencia del ser. Así, esta manifestación del ser en forma de lenguaje se articula con otras expresiones para crear nuevas herramientas. Una perspectiva convincente es la de Echeverría, quien establece un modelo tridimensional basado en el equilibrio entre lenguaje, cuerpo y emoción, que forman parte de algo que él denomina “actos lingüísticos”, y que son las acciones que se ejecutan al hablar en forma verbal y no verbal.
Los componentes de la comunicación mencionados anteriormente abren una posibilidad importante para el desarrollo las relaciones y las comunidades. Se trata de la manipulación y la persuasión. La manipulación es una práctica cuestionable, pues utiliza la desigualdad intelectual hacia y entre otros seres humanos para lograr un objetivo. De la igualdad de habilidades surge la igualdad de esperanzas en el logro de nuestros fines (Hobbes). Por su parte, la persuasión, tal como indica Hovland, requiere de un abordaje más frontal y de argumentos sólidos para lograr su cometido y considero que reconoce en su práctica la igualdad intelectual entre dos personas.
Para lograr una comunicación efectiva, es de suma importancia reconocer algunos aspectos clave del fenómeno comunicativo. Lograr la transmisión de un mensaje puede llegar a ser muy complejo, en algunas ocasiones por la diferencia de conocimiento entre dos sujetos y en otras se ve entorpecida por dificultades emocionales de unos de los interlocutores o de ambos.
Incluso si consideramos igualdad intelectual, Mauricio Tolosa nos sugiere que la clave de la comunicación efectiva es la escucha activa. Este autor plantea que “la escucha activa no depende solo de un texto y un momento específicos, sino de la relación con el contexto que lo envuelve, que nos predispone a aceptar, recibir o juzgar una particular propuesta”. Una sospecha personal en cuanto a la dificultad de comunicar mensajes complejos es la diferencia en la carga semántica de palabras y conceptos entre dos interlocutores, que tiene directa relación con la semiótica.
Para poner en contexto, si X quiere comunicar A, y para X el significado de A es intrínsecamente B + C según su perspectiva y experiencias personales, no puede esperar que para Y, B + C tengan el mismo significado, para quien B + C puede ser B + C1, por ejemplo. Es por este motivo que, como dice Tolosa, escuchar depende de la relación con el contexto y lo que lo envuelve. Una escucha activa permite una nivelación en la percepción de signos y, por ende, la transmisión exitosa de un mensaje.
Desarrollando herramientas modernas
Una de las herramientas más valiosas para la comunicación efectiva es la asertividad. En los años 50, este término se utilizó para definir “la capacidad de comunicar nuestras ideas, sentimientos y emociones de forma clara, directa y coherente, actuando desde el autocontrol y la autoconfianza, logrando el respeto hacia la otra persona” (Rodríguez, 2022).
El desarrollo del conocimiento humano se basa en la colaboración comunitaria y, para que la colaboración sea efectiva, debe haber una comunicación efectiva, que se logra más fácilmente utilizando la asertividad como principal herramienta. Esta cualidad vence los extremos de la comunicación pasiva y agresiva por tratarse de un equilibrio entre ambas, que toma las características más positivas de ambos estilos comunicativos.
Uno de los beneficios más pertinentes en este punto es que mejora el proceso de la comunicación, es decir, la transmisión de ideas, por tratarse de un mensaje dotado de las características mencionadas anteriormente, claro, directo y coherente. Esta cualidad junto con la escucha activa permiten contextualizar cualquier tipo de información y optimizar la manera en que se transmite a un interlocutor, propiciando los acuerdos, la colaboración y la construcción de nuevos conocimientos y proyectos.
Comunicación, comunidad y sociedad moderna
Comunicándose, cada comunidad, desde la más pequeña hasta la más grande, configura una representación, un sentido común, una comprensión de las cosas, valores, normas, prejuicios, estilos, conductas, rituales, que la hacen diferente y particular, reconocible por sus propios miembros y por otros (Tolosa, 2009).
Nuestra sociedad está compuesta por una gran cantidad de comunidades diversas. Todo es comunicación. Esta realidad se hace patente en nuestra sociedad actual, que ha llevado la comunicación a un nivel mucho más masivo y globalizado. Ante tal magnitud y potencial comunicativo, se hace aún más importante el desarrollo de habilidades que nos permitan tomar estos medios por las riendas, así como la manera en que nos desenvolvemos en nuestro entorno.
La sociedad moderna está proclive a cambios generacionales, nuevas visiones valóricas y cambios en la manera conductual en la que debemos abordar la interrelación humana (Rodríguez & Ayala, 2022). Así, y en vista de este cambio constante, se deben poner en valor las habilidades sociales básicas, como el respeto, la tolerancia y saber escuchar. Dicho de otra manera, si hay dificultades para comunicarse, se debe recurrir a habilidades sociales básicas que propicien el acuerdo.
Michel Montaigne reivindicaba el respeto por la diversidad no solo como un medio para el conocimiento, sino como la forma del conocimiento mismo y, por lo tanto, la intolerancia resulta inadmisible por el valor que tiene la diversidad de ideas y prácticas distintas para conocer la verdad (Escámez, 2008). Con las palabras de Montaigne, volvemos al inicio, incluso la diversidad es el conocimiento mismo, el conocimiento como base de todo, como base para todo.
¿Y qué hay de nosotros?
En consideración de todo lo abordado, no queda más que reconocer que el conocimiento acabado de uno mismo para la interacción con uno mismo y posteriormente con nuestro entorno permite la creación del conocimiento que nos entrega la herramienta más valiosa para nuestro quehacer, la de modelar el mundo que nos rodea, interpretarlo y resignificarlo en sus dimensiones físicas y filosóficas, toda vez que compartimos con otros una visión. Para compartir esa visión, es necesario profundizar y explotar nuestras habilidades comunicativas, pues la exploración personal es cada vez más compleja con el paso de los años, y para impedir que estas ideas queden atrapadas en nuestra mente, debemos dominar una capacidad comunicativa más compleja.
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